TOMAR CORAJE...

Hace más de 18 años que vengo tomando coraje. Coraje en el amor, en el estudio, en la vida ... 

Cuando terminé la secundaria mi papá me envió junto con una amiga de curso a estudiar un mes a Londres. Era la primera vez que viajaba “sola”, era la primera vez que pisaba tierras Europeas, era la primera vez de muchas veces que se sucedieron. 

Londres fue un flash para mi. 

Corría el año 2000, las computadoras iban a explotar, comunicarse no era tarea fácil y yo sólo era una niña enamorada de Freddie Mercury. 

Lo que nunca supo mi papá es que yo no iba para estudiar sino para respirar bajo el mismo cielo en el que él alguna vez vivió. 

Pero eso no importa ahora ...

Después de un mes viajando a la estación Marble Arch diariamente, después de intentar que entiendan mi pronunciación, de comer sánguches de atún porque era lo más barato, de gastar las monedas en un ratito de internet, de conocer casi todo lo que podría uno conocer en Londres, de enamorarme de Edimburgo y de darme cuenta que esa ciudad había cambiado mi vida para siempre... nos fuimos para Francia. 

Allí estuvimos 15 días más con la familia de mi amiga. 

Recuerdo por el décimo día ya entenderles cuando me hablaban aunque no había estudiado francés. También recuerdo que cuando volví a Buenos Aires nunca más pude dejar de colocarme el cinturón de seguridad en los autos, estando delante o atrás... esa entre varias pequeñas cosas que me habían inculcado en ese tiempo. 

Mi cabeza estaba abierta de par en par. Receptiva para todo lo que tenía el viejo mundo para ofrecer. 

El viaje concluyó. Cada cual siguió su rumbo: facultad, noviazgo, casamiento, hijos ... Pero todo eso con un aditamento; había vuelto sabiendo que mi lugar en el mundo no estaba acá. No estaba en este país. Al menos tenía que probar mi destino afuera ... 

Pero la vida pasa y aunque uno sepa lo que desea, aunque uno tome coraje, aunque las posibilidades se den muchas veces, postergamos nuestros anhelos, nuestros sueños, nuestra felicidad. Por miedo. Por amor. Porque existe una zona de confort muy poderosa que nos dice “acá está calentito, afuera hace frío”. 

Fueron muchos años de postergar, hasta que en agosto de este año (2018) mi compañero de caminos tomó una decisión. La decisión de emigrar. Una decisión tomada en mi mente hacía 18 años. Pero esta vez era emigrar en familia, algo que yo creía imposible. Imposible que él accediera a ésta locura mía e imposible hacerlo a partir del nacimiento de mi segunda hija... 

Pero aquí estamos. 

En 3 meses logramos poner todos nuestros papeles en orden, vender el auto, comprar pasajes, transmitir la noticia a los seres queridos y de a poco empezar a soltar. 

Soltar lo viejo para abrazar lo nuevo. Sin dejar de ser. Sin dejar de amar. Es soltar para sumar, para soñar.  

Y cuando me preguntan : “Tenés trabajo allá? Tenés familia?! Qué tenés?!” 

Mi respuesta sólo puede ser: CORAJE.